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"Creía que un drama era cuando llora el actor, pero la verdad es que es cuando llora el público."
FRANK CAPRA
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TEMáTICAS

El síndrome de Diógenes

Algunos ancianos se sienten derrotados y renuncian a vivir con dignidad; con el tiempo se vuelven desconfiados y adoptan una actitud negligente, entre la soledad y la misantropía

TEXTO:/JOSé MARíA ROMERA /

CADA cierto tiempo los titulares de prensa recogen la noticia de ancianos hallados muertos en su casa, en el mayor de los abandonos y a menudo rodeados de desperdicios y bolsas de basura cuyo hedor había puesto en alerta a los vecinos del inmueble. Sospechando que algo raro pasaba, llamaron a la policía o a los bomberos y estos descubrieron el cadáver. Un final de la existencia propio de folletines truculentos de otro tiempo, pero por desgracia bastante habitual en nuestros días. En el mejor de los casos, los servicios asistenciales intervienen antes del desenlace fatal, pero lo que encuentran no es menos pavoroso: un ser vivo recluido en una madriguera entre toneladas de residuos que han ido adueñándose de su espacio vital hasta reducirlo al mínimo.

Más allá del patetismo de una situación límite o de una extravagancia propia de personas fuera de sus cabales, el caso es revelador de un trastorno específico descrito por los especialistas: el denominado síndrome de Diógenes, que en España afecta a más de un 3 por ciento de los mayores de 65 años. Diógenes, filósofo griego del siglo IV a. C. y fundador de la corriente cínica, era conocido por su actitud de desprecio por las convenciones sociales, en coherencia con lo cual adoptó un estilo de vida caracterizado tanto por su austeridad como por el abandono de su aspecto físico.

Sin ganas de vivir

Si a Diógenes suele representársele dentro de un tonel, semidesnudo y con el pelo largo y desastrado, los ancianos aquejados por el síndrome viven también en el aislamiento y la incuria. Esta actitud negligente, entre la soledad y la misantropía, revela un sentimiento de derrota, de renuncia a vivir dignamente y en plenitud bien sea por carecer de alicientes para hacerlo, bien por efecto del deterioro psíquico propio de las edades avanzadas. Pero la conducta de los aquejados por el síndrome de Diógenes no implica necesariamente una dolencia mental.


Los primeros estudios sobre el fenómeno se remontan a los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando empezó a ser diferenciado de los estados depresivos y las demencias. Ni todos los ancianos que acumulaban cosas ciegamente padecían trastornos psíquicos ni la psiquiatría podía explicar por sí sola algunos de sus comportamientos anómalos.


Generalmente concurren causas diversas que van desde rasgos de personalidad previos hasta factores estresantes específicos de los ancianos. Parece ser que están más predispuestos a sufrir el trastorno los individuos con tendencia al aislamiento o con dificultades de adaptación social, mientras que apenas se da entre personas comunicativas.

En cuanto a los factores estresantes que pueden conducir al síndrome, los más habituales tienen que ver con las dificultades de tipo económico, la muerte de familiares y la sensación de ser rechazado por parientes.

Los sentimientos de inseguridad y de miedo engendran el impulso de acumular cosas -aunque sean tan inútiles o nocivas como los desperdicios- cuyo amontonamiento actúa a modo de muro protector. En cierto modo se trata de coleccionistas; sólo que, en vez de coleccionar selectivamente por afición o 'hobby', lo hacen de forma indiscriminada y guiados por una oscura necesidad de acúmulo compulsivo (la conocida como 'silogomanía'). La soledad hace el resto.

Atrapados por el temor

Estas personas se sienten solas pero a su vez persiguen la soledad, bien por resentimiento hacia los otros, bien atrapadas por el temor a relacionarse con personas ajenas a las que su paulatina misantropía ha ido convirtiendo en seres hostiles en potencia.

Puede ocurrir que de puertas hacia fuera los aquejados del síndrome de Diógenes no se muestren especialmente insociables, mientras que al regresar a sus casas se parapetan en el descuido y la dejadez. De ahí que no siempre sea fácil reconocer su estado, ni mucho menos comprender hasta qué punto son víctimas de una soledad más profunda de la que aparentan. Algunos especialistas han señalado cinco rasgos de conducta para identificar el síndrome de Diógenes. La presencia de dos o más de ellos permite hablar de enfermedad, y en el caso de darse cuatro o cinco se trataría de enfermos muy graves con riesgo de muerte. En trazos gruesos, los rasgos serían éstos: 1) el aislamiento social, con tendencia a rehuir situaciones de comunicación; 2) la reclusión voluntaria en el domicilio, al que se aferran por muy ventajosas que sean las alternativas de acogida que se les llegue a ofrecer; 3) el descuido en la higiene y en la alimentación, en el cuidado de la salud y en la limpieza y el orden del hogar; 4) las reacciones de pobreza imaginaria (se le ha denominado también 'síndrome de la miseria senil'), que llevan a acumular no sólo dinero sino objetos varios, incluida la basura; 5) el rechazo de las ayudas sociales o familiares y la tendencia a volver a sus hábitos de vida después de una temporada de acogida o de apoyo externo.

Sus propios vecinos

La mayor dificultad para intervenir en esta situaciones proviene de la invisibilidad externa de estos síntomas. Los ancianos que se aíslan están condenados a que su situación pase inadvertida incluso a sus propios vecinos, y más aún cuando aquéllos se muestran reacios a cualquier forma de relación con éstos.

Cuando los servicios sociales consiguen intervenir en el caso, las medidas surten efecto inmediato puesto que se trata fundamentalmente de asearlos y fortalecer sus cuerpos con alimentos o fármacos y de poner a trabajar en sus casas a los servicios de limpieza. Pero lo que nadie suele alcanzar a remediar es la soledad, origen y consecuencia de tantas tragedias que suceden sigilosamente en derredor nuestro.