«La
muerte de mi marido no fue un accidente, fue una cadena de negligencias»
J. Jiménez | Palma de Mallorca | 28/05/2011
«He
tenido que leer muchas veces en estos diez meses que la muerte de mi marido fue
un accidente. Y ya no lo soporto más. Alejandro murió por una serie de
negligencias gravísimas, no por un incendio que no era especialmente
peligroso». Soledad Rebollar, madrileña de 36 años, sigue en tratamiento médico
y arrastra una depresión desde aquel fatídico 6 de agosto del año pasado,
cuando el bombero Álex Ribas perdió la vida atrapado
en un bar en llamas en la calle Andrés Feliu, de Palma. Ahora, representada por el abogado Miquel Àngel Mas, Soledad rompe su
silencio en una entrevista exclusiva con Ultima hora, y exige respuestas. -¿Por qué se ha decidido a hablar ahora? -Es
mucho tiempo de escuchar lo mismo por parte de -Ese día a Alejandro no le tocaba trabajar. -Le
había cambiado el turno de guardia a un compañero que se iba de viaje. Él
siempre estaba dispuesto a ayudar. Entró por la mañana y a las seis de la tarde
les avisan de un incendio en el bar Jamón Jamón, en la barriada de Blanquerna. -¿Cuántos bomberos acuden? -Allí
empiezan los problemas. Por protocolo deben ir diez, pero van nueve. Dos de
ellos eran mandos, un cabo y un sargento. Llegan y comprueban que el fuego no
es muy importante, pero no saben de dónde procede. -¿Cómo era el bar
en llamas? -De
unos -¿Estaban comunicados con walkies
u otro sistema de comunicaciones? -Ahí
está la clave. Hacía tiempo que Álex me decía que
tenía roto su intercraneal, un comunicador que llevan dentro del casco para
hablar con mandos y compañeros. Era algo que le preocupaba, pero no se lo
arreglaron por desidia de los jefes. Ese día lo tenía roto. Y de los nueve
bomberos había unos que no lo llevaban y otros como Álex
que lo tenían inoperativo. Un auténtico desastre. -¿Las radios que llevaban eran analógicas o las
nuevas digitales? -Eran
las antiguas, las analógicas. Pero lo más grave, y este es un punto clave, es
que las nuevas, las digitales, ya las tenían los Bomberos de Palma, pero
estaban guardadas en un almacén. Ignoro el motivo. -¿Qué ocurre después? -Salen
Álex, el cabo Toni y Diego
y hablan en la calle. No encuentran el foco del fuego. Se lo comunican al
sargento. Además, hablar dentro con los walkies era
muy complicado, no había buena cobertura. Como cuando ocurre con un teléfono
móvil. Así mismo, el cabo no dice que el techo se está cayendo y corren
peligro. -¿Quién ordena que regresen al bar
en llamas? -El
sargento les ordena que entren sin demora por la parte izquierda del local. Son
Álex, Diego y el cabo. Álex
va primero y de repente se cae parte del techo. Resulta que el foco estaba allá
arriba, escondido. Caen aislantes térmicos y acústicos, placas y cables y todo
se convierte en un caos. Además, todo está lleno de humo y no ven nada. El cabo
y Diego pueden salir. Álex intenta escapar por otro
lado y se encuentra con Juanga y Tomás. Hablan los
tres. El desastre es total, es como una tela de araña y están atrapados. -¿Cuánto aire les quedaba en los equipos? -A
mi marido unas 95 atmósferas, que equivale a unos diez minutos. Pero es un
tiempo relativo, porque si jadeas o respiras muy rápido el oxígeno se consume
mucho antes. A Tomás le quedan 65 atmósferas y a Juanga
98. Lo comentan entre ellos. Empiezan a buscar la salida desesperadamente, pero
pierden el control de la situación. Todo se viene abajo. -¿Se desorientan? -Los
tres, porque la oscuridad es absoluta. Tomás consigue salir por la parte
izquierda, ya sin aire. Juanga llega hasta el baño,
pero no hay salida. Se quita la máscara y sabe que le queda muy poco. Cuando lo
rescatan estaba a punto de morir. 30 segundos más y no lo cuenta. -¿Y Álex? -Álex también está atrapado, cuando lo encuentran ya se
había quitado la máscara. El problema es que hasta que Tomás no consigue salir
nadie de fuera se preocupó por los tiempos. El sargento les perdía por la radio
que salieran, pero dos de los tres no tenían con qué escuchar. -¿Es cierto que no había más botellas de aire de
repuesto? -Sí.
Otra negligencia más. Tomás quiso volver a por Álex,
pero no había botellas. Dos sanitarios de una ambulancia le dejaron una. El chófer de los bomberos, Pedregosa, también intentó ayudar,
y tuvieron que dejarle otro equipo de aire. -Luego llegan los refuerzos. -Venían
de sa Teulera, con equipos
de respiración, pero ya era tarde para Álex. Algunos
bomberos no entraron porque sufrieron un ataque de pánico, y esto es humano y
no lo voy a criticar, y otros no entraron porque no tenían el equipo adecuado. -Muchos fallos. -Por
eso vamos contra -¿Hay ya un informe definitivo? -Hace
diez meses que esperamos. -¿Cómo se enteró usted? -Venía
de trabajar y fui a recoger a mi hijo Adrián a casa de mis suegros. A las 18.00
horas había llamado a Álex, pero no me había cogido
el teléfono, porque ya estaba de camino al incendio. Cuando me iba a ir de casa
los suegros me llamó Óscar, mi cuñado, y me dijo: «¿Dónde
estás? Ha habido un accidente y Álex está en Son Dureta». Yo intuía lo peor, fue una corazonada. Álex llegó muerto al hospital. |